Detergente líquido

El primer elepé de los gaditanos Detergente Líquido, “Ponte en lo peor. Llámame el lunes”, era un compendio de melodías directas y magnéticas. El segundo elepé podría llamarse El juego de la vida, porque de eso hablan todas las canciones, como ese tablero que en el vídeo realizado por Daniel Cuenca presenta “Grimas y leyendas” y les hace pasar por etapas y etapas en una road movie de todo menos lúdica. Fijémonos en la canción, desposeída de las imágenes: simple pop, la voz de Nuria, la nueva y acogedora cantante, embelesa, pero destila también crudeza en las sensaciones, agrias, un caramelo que envuelve un sabor bien amargo y un estribillo de lenguaje coloquial, casi prosaico y a pesar de ello impactante, magnético. No son existencialistas, son algo más cercano.

Sin embargo, se llama “Mirad lo que me habéis hecho hacer. Por favor” y se viste con una producción más cuidada, con arreglos de instrumentos insospechados. Lo que en Discos de Paseo nos atrajo para rendirnos ante ellos fue esto y mucho más. Fue la capacidad de conectar un costumbrismo comprometido con unas melodías y unos arreglos que dejan una diáfana sensación de plenitud, el descubrimiento de que no había apenas estribillos y sin embargo las canciones permanecían obsesivas en la mente y la íntima convicción de que Alberto Rodway expone verdaderas honduras personales que reflejan lo que tú has pensado con sencillez durante el último cuarto de hora.

Sus melodías engatusan, y las guitarras se exaltan un poco a la manera de Airbag en “El amor en la era del Aliexpress” o en “Hay gente haciendo cola para lavar el coche”, con detalles escondidos, plagados de imaginación y autoconmiseración, ejemplo de la perfecta producción que realiza Juan Antonio Mateos –de Grabaciones Sumergidas- junto al propio grupo. Y las letras son de un directo feroz y melancólico, naturales hasta el dedo en la llaga, pequeñas narraciones que se enredan en mecanismos vitales en descomposición, sin lucecitas de esperanza. Feroz y feliz contraste.

Es el siglo XXI en el que, como señalan en “Las farolas de la autopista”, se confunde pereza con nihilismo. Ciertos libros, ciertos discos, ciertas pizzas congeladas, todo eso forma parte de los rescoldos de una vida que se nos ha escapado sin saberlo. Todo es tan insustancial y tan trivial que sorprende la luz de esas voces que cantan con verdadera convicción entre músicas chispeantes y luminosidad de feria.

En ocasiones adoptan otros senderos, ¿de dónde sale ese tono a medio camino entre lo sixties y el sonido de Philadelphia de “Poesía eres tú, Robocop”? Imposible no bailar como un loco con ella ¿Y ese regusto a grupos de chicas, esas letras que se van encadenando, como un club de la comedia amargo y melancólico? A veces resultan casi standars como en el tono reposado de “¿Dónde entras tú?”, lleno de swing, o en “El cantante de boleros” -otro precioso video que se estrena con la salida del disco-, que le colocas las guitarras de los Panchos y resulta ser un verdadero bolerazo. Y a partir de ahí llegan a Carlos Berlanga, o La Costa Brava, o La Buena Vida, o La Casa Azul. Años y años de pop sintetizados en una visión personal.

Acaban diciendo en “Aversión” que ya no hay canciones, que la ley es repetir lo que se ha hecho en cincuenta años de pop, sarcasmo directo hacia los grupos que sólo hacen versiones porque es lo que la gente parece querer escuchar. Poco más se puede avanzar, cierto, pero combinando los mejores ingredientes y dándole un toque personal se consiguen esos platos tan reparadores y fragantes. Con aromas de fruta, jugosos y profundos. Canciones y grupos con cosas nuevas que decir. Después tienes más fuerzas para girar los ojos a la ventana y mirar el mundo.



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