Elásticos

Volvamos la vista al año 1980, cuando cuatro amigos de Barcelona fundan un grupo para construir canciones que reflejen su gusto por la new wave y el punk. Los Elásticos representan una época de
Barcelona poco estudiada, un momento en que los grupos que estaban atentos a los sonidos guitarreros que venían del Reino Unido no tuvieron ocasión de desarrollarse –como sí pasó en Madrid- y apenas se quedaron con un single testimonial.

Estamos hablando de Sprays, de Telegrama, de C-Pillos o de Kamembert. Los Elásticos pertenecen a esta estirpe y no a la de finales de los 80, gente de inicios prometedores, que enseguida desaparecieron. Por lo menos Los Elásticos aguantaron estos siete años con conciertos de bastante repercusión pero sin manifestación discográfica. Estos conciertos y sus maquetas dan buena cuenta de su energía y su efervescencia. La voz de su cantante, Mercè Ros era desacostumbrada en el pop español de la época. Y La
instrumentación de Toni Pelegrín, José Luis Muñoz y Ramón Grau le ofrecía un colchón sutil y compacto para que diera rienda suelta a su garganta y su garra. Y aquí cabe precisar un aspecto, sin el cual se podrían desubicar completamente las canciones. Ese margen que va desde la formación de un grupo hasta su primera grabación, y que suele durar un par de años a lo máximo, aquí se extiende a siete. Los créditos avisan de que su salida al mercado se produjo en 1987, pero sus canciones son espíritu del 80, cuando se fundaron.

Así pues, consideren ustedes que lo que tienen entre manos es un disco de rabiosa nueva ola, pero demorado. Había sido pactado en 1983, con Patrick Boissel de Wilde Records, un francés que recalo en Barcelona para “revitalizarla”, lo cual dio pie a varios conciertos –hacían versiones de Paraíso y de
Paul Collins, ello da cuenta de su criterio estético-, a ser referenciados en radios de ámbito nacional y a aparecer en un par de recopilatorios -Barcelona, ciudad abierta I y II- con lo más granado de la música hecha en la ciudad condal. Se les dedican cómics incluso. Pero dos años después Wilde desaparece, y aún han de esperar otros dos para que Justine Records lo publique en 1987. Han pasado siete años y la frescura descarada de sus canciones, la insatisfacción de las calles, ese mundo que Nacha Pop o Los Elegantes había recorrido en su primera época, aquí llega demasiado tarde y no alcanza el reconocimiento que el grupo se merece. Lo primero que destaca en el disco es la subyugante y demoledora voz de Mercé Ros. Dúctil como pocas: grita, se eleva, se arrastra,… Una marca del grupo tanto como el cortante sonido de guitarras efervescentes, la caja de la batería a piñón y el bajo de líneas sencillas y efectivas. Un sonido compacto que puede llegar a ser crudo en “Dónde estás”, funky a lo Radio Futura en “Después te colgaré” o soulero con vientos y un leve piano en “A dónde voy”.

Los temas conforman un ideario urbano. La noche y la ciudad siempre presentes, historias cotidianas y escuetas, con el toque justo de desesperación y rabia. De ello da buena cuenta “De nadie”, con un
estribillo final de hondura pop. Hemos querido acompañar la grabación oficial con una selección de
canciones que únicamente aparecieron en maqueta. Disculpas anticipadas, la resolución no es todo lo buena que se podría desear. Hemos preferido, sin embargo, priorizar el valor histórico más que el
técnico. Es sonido de lata -sin masters originales, aunque reconstruido de forma digna-, de acuerdo, pero el buen aficionado se asombrará del potencial de estas canciones y de sus desarrollos excitantes. Ahí están la perfecta línea de bajo de “Este no es tu día”, el pildorazo nuevaolero de “Rugiendo la noche” o los delicados punteos de pop en “Nada más detrás”. Por no hablar del single previo con “A dónde voy”, que tiende hacia el soul y se encarga de romper y vitaminar el estribillo, mientras va subiendo entre ráfagas de vientos, y “La séptima” una balada en la que esa misma voz hace el rugido más íntimo. En sus letras conformaron un ideario juvenil y urbano. La indecisión sentimental que llega hasta el angst, amores que no se fijan, pero que tampoco se abandonan en un escenario de bares y noche. el dolor de la
despedida cuando ya no hay ni la posibilidad de mirar atrás, la excitación y la energía de los veinte años,… Todo un mundo de emociones a flor de piel en el que una mirada a las calles duras, grises, supone una aventura en el paraíso con peaje en el infierno.

Por eso, la reedición que Discos de Paseo les ha preparado es doblemente importante. Primero, porque recupera unas canciones que iban a quedar sepultadas en el olvido, y que aún pueden emocionar a almas sensibles. Segundo, porque los desgaja de años concretos. No importa ya ni en cuál empezaron ni en cuál apareció el elepé. Lo que importa es que emergen de forma milagrosa unas canciones impactantes y preciosas de nuestra primera nueva ola.

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